Quiso el destino, no la imprudencia o la irresponsabilidad, sino el destino, que jugar a la casita fuese cualquier cosa menos un juego. Me vestí de padre con la misma velocidad que me quité la ropa antes del acto, y gané la sede, con palabras centrales y todo, de mi convulso futuro inmediato. Yo, que no le descargo a Camila, me cogí cantando: “Todo cambio dentro de mí…” Aclaro, no me arrepiento. Aclaro, tampoco he tenido mucho tiempo para hacerlo. Sigue leyendo